martes, 8 de diciembre de 2015

Las estructuras agrarias de América Latina 1930-1990

Bryan Roberts y Norman Long las estructuras agrarias de América Latina 1930-1990
En Leslie Bethell, historia de América latina. Vol.11
Barcelona: Crítica, 1997


Bryan Roberts (1939) ha sido titular de la cátedra C.B. Smith de Relaciones entre Estados Unidos y México, Universidad de Texas en Austin. Entre sus otros escritos se encuentra La educación y la ciudad de Guatemala (1971) y Ciudades de campesinos la economía política de la urbanización en el tercer mundo (1980).

Norman Long (1936) es un científico social británico. Ha contribuido al desarrollo de la antropología en Perú y es Doctor en Antropología social de la Universidad de Manchester. Fue profesor de antropología social en la Universidad de Durhan en Reino Unido y posteriormente fue profesor de Desarrollo rural social en Wageningen en Países Bajos. Entre sus otros escritos se encuentra Social Change and the Individual: A Study of the Social and Religious Responses to Innovation in a Zambian Rural Community (1968), Anthropology, Development and Modernities: Exploring Discourses, Counter-Tendencies and Violence (2000) y Development Sociology (2001).
Roberts y Long han trabajado juntos en otros escritos como Peasant Co-operation and Capitalist Expansion in Central Peru (1978) y Miners, Peasants and Entrepreneurs: Regional Development in the Central Highlands of Peru (1984).

En el capítulo de las estructuras agrarias de América Latina los autores exponen que en el periodo de 1930 a 1990 se presentaron cambios en las estructuras agrarias en toda la región. En aras de la industrialización, el sector agrario de decayó. Incluso, todo lo que se hizo políticamente para reestructurar el sector, fue en pro de la industrialización. «La agricultura estaba marginada políticamente porque se había dado prioridad a la industrialización» (Roberts & Norman, p., 289).
Los autores entienden las estructuras agrarias no solo como el tipo dominante de agricultura, la tenencia de la tierra y la tecnología allí empleada, consistía también en las instituciones políticas y jurídicas que la sostienen, las relaciones entre lo rural y lo urbano, estructuras comerciales, clases sociales y a veces, la economía mundial (Roberts & Norman).

Para explicar el proceso de cambio en las estructuras agrarias, los autores dividen el periodo estudiado en tres secciones. La primera de los años treinta a los años cincuenta. La segunda de los años sesenta y los años setenta. La tercera de los años ochenta y los años noventa.

Es importante rescatar que estos procesos no se generaron coordinadamente en América Latina, por ejemplo, en la mayoría de países la industrialización se dio en los años sesenta, pero en el Cono Sur inició en los treinta y en Centroamérica en los setenta. Sin embargo, los tres periodos estudiados consiguen representar las generalidades de las estructuras agrarias en la región.

En los años treinta, la estructura del sector agrícola tenía una base familiar, es decir, en relación con el trabajo se buscaba utilizar al máximo la fuerza laboral de todos los miembros. Así mismo, muchos artículos, como la ropa, se fabricaban dentro del núcleo familiar. Esto se encontraba en un marco descentralizado donde la identidad regional constituía la base de las relaciones económicas y sociales. En este mismo periodo, con la Segunda Guerra Mundial y la crisis económica que esta produjo en la economía, se le otorgó especial importancia a la industrialización. Para ello se buscó centralizar la política y la economía y esto empezó a afectar incluso a las aéreas agrícolas menos comerciales (Roberts & Norman), entonces, la mayoría de familias ya no vivían solo de la agricultura sino también era necesario que algún miembro trabajara temporalmente de forma asalariada. El estado no tiene participación profunda en las estructuras agrarias de primer periodo.

En este periodo existían cuatro tipos de estructuras agrarias las cuales se diferenciaban en la producción exportadora, la diversidad de las relaciones laborales y la propiedad del campo. Estas estructuras eran la estructura comercial a gran escala, la producción de enclaves, la agricultura a pequeña escala y la agricultura de subsistencia.

La estructura comercial a gran escala se encontraba principalmente en la región del Cono Sur y en el sur de Brasil. Este tipo de estructura estaba basada en la exportación lo que la hacía vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional. Muchos inmigrantes con tierra adquirían créditos para conseguir productos básicos entre cosecha y cosecha, mientras otros inmigrantes eran trabajadores sin tierra. Ellos se encontraban subordinados por el terrateniente. En general, los trabajadores de este tipo de estructura se encontraban en malas condiciones de vida. La riqueza y oportunidades no estaban bien distribuidas lo que dio lugar a huelgas y protestas.

El enclave económico se diferencia con la estructura comercial a gran escala por el grado de producción. En esta estructura la propiedad pertenecía a compañías y propietarios casi siempre extranjeros. Se ocupaban mayor cantidad de trabajadores asalariados.

En la agricultura a pequeña escala los dueños eran pequeños propietarios, en esta estructura la base era familiar y el mercado era nacional o regional. El propietario tiene  un alto grado de control sobre su producción, se establecen redes de comercialización locales que dan lugar a la competencia comercial y con ello a la diferenciación social y económica. Este grado de control se ve limitado porque muchos de ellos tenían que acceder al crédito para subsistir entre cosecha y cosecha, además, los terratenientes poseían la mejor tierra y monopolizaban el mercado.

La agricultura de subsistencia estaba basada en una menor actividad comercial basada en un sistema de haciendas. El terrateniente arrendaba la tierra o trabaja en parte de ella, en este sistema el terrateniente tenía el poder político. Las relaciones sociales estaban basadas en el conflicto entre el campesino y el terrateniente, incluso entre los mismos campesinos. La mayoría de la población rural en los países a excepción de Argentina se encontraba en esta estructura.

El proceso de centralización agraria (extracción de la frontera y acumulación en el centro), el crecimiento demográfico y la acumulación de tierras y capital en pocas manos produjo condiciones de pobreza rural. En los años sesenta y setenta es donde se evidencia un mayor interés estatal en el controlar esta condición no por si mismos sino por el beneficios que esta representaba «La agricultura se convirtió en una cuestión política importante; poderosos intereses económicos urbanos, financieros, industriales y comerciantes dieron apoyo a la consigna para la modernización agraria» (Roberts & Norman, p., 292). Por ello, en doce países latinoamericanos se crearon políticas de reformas agrarias. La reformas agrarias consistían en la expropiación de las grandes haciendas para distribuir  mejor el territorio, de esta forma se utilizaba la tierra que antes estaba subutilizada y se obtenían mayores beneficios. A su vez, esto pretendía aliviar la pobreza rural.

Aunque en países como México, Bolivia y Venezuela se presentó una mayor distribución de la tierra, los efectos redistributivos fueron insignificantes porque la política solo ofrecía oportunidades para aquellos con accesibilidad económica que pudieran tecnificar y estar sujetos las oportunidades y riesgos del mercado.  De esta forma solo se beneficia sector de la clase media y no a los trabajadores sin tierra con empleos temporales. Se otorgaron créditos para que los trabajadores pudieran hacerlo pero estos eran inadecuados, no estaban acorde a la realidad social y muchos pequeños  productores al no poder tecnificarse caían en ruina y tenía que vender su tierra o endeudarse «Este proceso ha sido llamado, siguiendo a Lenin, la vía farmer de desarrollo capitalista, que implica un proceso de diferenciación en que algunos prospera, mientras otros pierden sus tierras y se convierten en trabajadores sin tierra o emigran» (Roberts & Norman, p., 322). A su vez, la industrialización empezaba a penetrar cada vez más en las estructuras agrarias, los campesinos empezaron a ser dependientes de artículos industrializados como el aceite, el azúcar, la sal, harinas, entre otros.
En conclusión, la reforma agraria era favorecedora en la teoría pero no en la práctica. La reforma que intentaba ayudar a sectores marginales terminó ayudando a una clase menos desfavorecida.

Frente al fracaso de las reformas agrarias, en los años ochenta, el interés del estado se alejó de las políticas agrarias por los intereses propios de los funcionarios en el poder. Además, con la crisis de la deuda en los años ochenta, el estado deja de dirigir y controlar el desarrollo agrícola (Roberts & Norman). Como no hay la misma inversión en el sector publico aumenta la pobreza rural. Se produce una reorientación. Por una parte, surgen Organizaciones No Gubernamentales (ONG) como Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) las cuales se preocupan e intentan ocuparse de la pobreza rural y el desempleo. Sin embargo, estas organizaciones no reemplazaron significativamente al estado.

Por otro lado, como el estado no controla el desarrollo agrícola son las multinacionales la única posibilidad de inversión para el dicho desarrollo. En este periodo la industrialización es más evidente y el sector agrícola es controlado por compañías multinacionales enfocadas en la agroindustria. Cada vez más la industrialización es lo más importe, para suplir las necesidades básicas los trabajadores acuden al trabajo asalariado  La privatización y capitalización del desarrollo agrario puso en vías de extinción la agricultura con base familiar.

La situación laboral deteriorada y las tasas de desempleo en aumento generan condiciones en las cuales se duda del control y la legitimad del estado.
Simultáneamente surge el cultivo de la cocaína, que se vuelve el cultivo más  viable, en algunos casos el único, por ejemplo, reemplazó los cultivos importantes en Perú y Bolivia. Los intentos que los gobiernos en conjunto con Estos Unidos tuvieron para controlarlo por medio de cultivos alternativos fueron en vano.

La tendencia política hacia la modernización altero el poder político (Roberts & Norman). Hay procesos contradictorios e incertidumbre sobre el desarrollo agrícola. Estos conflictos dan lugar a la acción de sindicatos obreros y campesinos.


«Que bonito es el campo, cuanto daría por irme de aquí, volver a mi tierra, cultivarla y comer de nuevo de ella» dice mi abuelo de setenta y cinco años mientras habla con memoria en la garganta y nostalgia en los ojos. Yo trato de entender como ese famoso «desarrollo», término tan ambiguo y subjetivo, trasformó y transforma radicalmente la forma en que miles de personas perciben, conciben  y se dan significación en el mundo. Una significación siempre arraigada a la idea de tierra. Si bien no en todos los países latinoamericanos se dio con la misma intensidad ni en el mismo periodo, aplica para cualquiera que en el «desarrollo» no caben todos, ni siquiera la mitad, ni siquiera en el siglo XX y ni siquiera en el XXI. Los que caben muchas veces no están aquí y los que lo permiten, muchas veces son quienes gobiernan. «Que bonito es el campo» y yo me pregunto cuán bonito será cuando cada vez más el mercado sea su dueño. 

1 comentario:

  1. Coordinadora Agraria Nacional. PRIMER CONGRESO. ¡Por capital productivo y la industrialización del campo!

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